jueves, 27 de noviembre de 2014

Nota de color

Algo más que arte pop


Corría el año 2001, época de crisis generalizada del país, cuando la imprenta Chilavert entró en quiebra. Sus trabajadores decidieron, entonces, tomar la fábrica para poder seguir manteniendo sus fuentes de ingreso. Tras meses de lucha, el 24 de mayo de 2002, un fallo judicial les permitió quedarse en el inmueble, pero no producir. Bajo ningún punto de vista estaba admitida la entrada y salida de mercadería y, para asegurar eso, fueron dispuestos varios móviles de la Policía Federal en la entrada de la propiedad.
Una fecha límite hizo que esta condición no se cumpliera. Un libro estaba en producción y debía entregarse al día siguiente. Era el primer trabajo que cobrarían desde el comienzo de la ocupación, con lo cual la urgencia era doble. Frente al bloqueo policial se manifestaron la astucia y la perseverancia de los operarios, así como el respaldo de los vecinos de Pompeya. El apoyo del barrio suele ser una constante en el fenómeno de las empresas recuperadas, y el caso de Chilavert no fue la excepción.
En una suerte de asamblea improvisada se barajaron varias opciones, incluso la de mover las cajas por el techo. Finalmente, al vecino de la casa de al lado se le ocurrió un plan: abrir un agujero en la pared medianera, a unos cuatro metros de altura y sacar los textos por su entrada. “No lo sacamos por la puerta, que era la orden. Por ahí no entró ni salió nada”, dice Ernesto González, miembro de la cooperativa, con tono burlón. Es casi poético que el ardid se haya gestado en el día de la Revolución.

Detalle de la pared refaccionada en Chilavert
Esta modalidad atípica de suministro se mantuvo durante meses, mientras se tramitaba la ley de expropiación definitiva. Hasta entonces, realizando movimientos acrobáticos en el último peldaño de la escalera, hacían ingresar la materia prima y entregaban los trabajos terminados. “Eso no es arte pop”, comenta jocoso González, mientras señala un marco de madera que encuadra un sector de 1x1 metros de ladrillo a la vista. El terminado rústico del arreglo de la pared no responde a una decisión estética, sino al propósito de servir de recordatorio de la resistencia,                                                                                                    compañerismo y solidaridad. 

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